El pasado miércoles, 24 de
octubre, con motivo del Día Internacional de la Biblioteca Escolar, los alumnos
y alumnas de segundo y tercer ciclo del CEIP Ciudad de Baza, tuvieron la
oportunidad de conocer al escritor bastetano Antonio Francisco Martínez, con
quien compartieron la jornada de mañana y disfrutaron de sus relatos.
De una manera cercana y
entrañable, les habló de su afición por la escritura, por qué y cómo comenzó a
escribir cuentos, leyendas…, hasta acabar escribiendo su libro.
Para acabar, hizo a todo el Centro el regalo más bonito que pueda hacer un escritor: La leyenda del CEIP Ciudad de Baza.
LA LEYENDA DEL ALMENDRO DEL COLEGIO CIUDAD DE BAZA
por
Antonio Francisco Martínez López
Hace mucho mucho tiempo, casi cincuenta
años, había una familia que vivía en las afueras de Baza, en la conocida como
Huerta de la Tamasca. El padre, llamado Juan, era militar de profesión y lo
destinaron a la zona del Sahara, que en aquel tiempo era una colonia española.
Debido a esto, él, su mujer Piedad y sus tres hijos debieron irse a vivir a
África, sin saber si algún día podrían volver. Pero antes de marcharse, la
familia entera plantó una rama de almendro en la esquina de uno de los bancales
de la huerta, para que perdurase allí una muestra de su cariño por su tierra.
Junto con el agua de un cubo, también regaron la tierra las lágrimas de la familia
por tener que marcharse.
Un par de años después, en el año 1971,
donde estaba la huerta de la familia de Juan y Piedad, empezaron a construir un
centro escolar, que hoy día es el Colegio Ciudad de Baza.
Por su parte, a la familia bastetana no
le resultó fácil adaptarse a las condiciones de vida en el Sáhara. Eran muy
diferentes la cultura y la gente, por no hablar del gran cambio respecto al
clima. Y aunque poco a poco fueron integrándose en su nueva vida africana,
todos los días tenían muy presente a su tierra bastetana. Hasta que un día,
cuando habían ahorrado suficiente para el viaje, aprovecharon la época de
vacaciones para volver a Baza. Si emocionante fue reencontrarse con familia,
amigos y las calles de su ciudad, resultó más conmovedor aún comprobar como, a
pesar de la construcción del colegio, el almendro que plantaron había
sobrevivido y se elevaba grande y hermoso junto a uno de los muros exteriores
del colegio. Cuenta la leyenda que la familia entera rodeó al árbol,
abrazándolo, y que cuando lloraron llevados por la emoción, sus lágrimas
cayeron a tierra haciendo que del almendro brotaran flores preciosas que lo
cubrieron del todo.
Antes de volver a marcharse, quién sabe
si para siempre, Juan, el padre, arrancó una ramita para llevársela al Sahara,
donde la plantó en un macetero. A pesar de unas condiciones meteorológicas
pocos adecuadas, el almendro bastetano agarró y sobrevivió a la aventura
africana.
Con el paso de los años murieron el
padre y la madre, mientras que dos de los hijos hicieron sus vidas en aquellas
tierras y formaron allí sus familias. Sin embargo, la hija más pequeña, que se
llamaba Dunia, que había estudiado Magisterio y que era una gran maestra, pudo
volver a Baza porque obtuvo destino...en el Colegio Ciudad de Baza. Dunia volvió
con una rama del almendro que su padre había plantado en el Sáhara, y también
con una pequeña palmera en recuerdo de la tierra que la había acogido durante
tantos años. Era mediados del mes de febrero cuando regresó, y lo primero que
hizo fue visitar el almendro de su familia. Inevitablemente lloró recordando a
sus seres queridos, y de inmediato el árbol floreció de la forma más
maravillosa que jamás lo había hecho.
Cuenta la leyenda que el almendro del
Colegio Ciudad de Baza florecerá cada vez que se viertan junto a él lágrimas de
amor, cariño y nostalgia.