Miguel
Calatayud
Pregón
LA SIN CUENTO
No quería ser princesa, no quería ser liberada por el
príncipe azul. Tampoco que el beso de un Príncipe la devolviera a la vida; ni
que la salvara de la explotación infantil, no quería esconderse en la casa de
los siete enanitos y ser su criada hasta que un príncipe la viniese a rescatar.
No era capaz de renunciar a su voz por el amor de un muchacho; ni esperaba que
San Jorge la salvara del dragón. Nobles princesas condenadas a dormir o al silencio,
por orden de una madrastra, de un padre o de un hada buena.
Y se calzó sus zapatos rojos y huyó de su cuento, corrió y
corrió buscando refugio, convirtiéndose en una sin cuento. Era una sin libro,
una sin papeles, no la querían en ninguna parte.
En una cáscara de nuez navegó por el Mar de las Letras, y
naufragó. Nadaba contracorriente, fuertes olas de frases la ahogaban, y cuando
se dio por vencida y se abandonó a su suerte, de repente, la salvó la capitana
Pippi Långstrump, una niña libre, generosa, que nunca se aburría, que se
atrevía a cuestionar el razonamiento de los adultos. Acompañada por Matilda
navegaban por el mar de las letras para rescatar a todos aquellos personajes
que se aventuraban a cruzar el mar buscando un cuento mejor. Heroínas con
fuerte sentido de la justicia y del deber de proteger a los más débiles.
Finalmente, después de muchas tribulaciones llegaron a
puerto seguro, el Puerto de la Biblioteca, el Paraíso del que le había hablado
Borges. Un lugar lleno de tesoros hundidos, como le había dicho Virginia Woolf;
una nave espacial que la llevaría a los puntos más lejanos del universo; una
máquina del tiempo que la transportaría al pasado lejano y al lejano futuro;
una salida a una vida mejor, más feliz y más útil, como le explicó Isaac
Asimov. Un lugar donde no necesitaba ser princesa para ser la protagonista de
todos los cuentos.
Larga vida a las bibliotecas, refugio de todos, también de
los sin cuento, de los sin libro, de los sin papeles, de las niñas que no
quieren ser princesas y de los niños que no quieren ser héroes. Larga vida a
los bibliotecarios y bibliotecarias, guardianes del Paraíso, de máquinas del
tiempo y de grandes tesoros como son los libros.
Gemma
Pasqual